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Brecha Salarial: Una manifestación de la persistente desigualdad de género

Las empresas deben asumir la responsabilidad de garantizar la igualdad salarial y crear entornos laborales inclusivos donde todas las personas tengan la oportunidad de prosperar.

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Daniela Salgado es Rescatista animal, Activista por los derechos de los animales y también se desempeña como Presidenta de la Red de Mujeres unidas por B.C. en Ensenada

En la encrucijada de la lucha por la igualdad, la brecha salarial se alza como un símbolo inquietante de una sociedad aún arraigada en el machismo. Es una realidad dolorosa que, a pesar de los avances, persiste como un recordatorio contundente de las injusticias que enfrentan las mujeres en el ámbito laboral.

Según datos recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México, la brecha salarial de género en el país alcanza el 15.8%, con sectores como los medios de comunicación masivos mostrando una brecha aún mayor, llegando hasta el 33%. Esta disparidad se agudiza en los niveles de liderazgo, donde las mujeres representan solo el 12% de los puestos de mayor responsabilidad.

La brecha salarial no es simplemente una discrepancia en los ingresos entre hombres y mujeres; es un reflejo directo de una estructura social profundamente sesgada. Se manifiesta en cada nivel de la jerarquía laboral, desde los puestos de base hasta los roles ejecutivos, relegando a las mujeres a una posición de desventaja económica sistemática.

Esta desigualdad no surge de la nada; está arraigada en un sistema que valora el trabajo de las mujeres menos que el de los hombres. Desde la noción arcaica de que las mujeres son inherentemente menos aptas para ciertos roles hasta la persistente falta de políticas de conciliación laboral que perpetúan la división tradicional de roles de género, cada aspecto de nuestra sociedad contribuye a mantener viva esta brecha insidiosa.

Es una realidad incómoda que debe abordarse con urgencia. No podemos seguir tolerando un sistema que premia el género sobre el mérito, que perpetúa la discriminación bajo la fachada de la meritocracia. Cada dólar menos en el salario de una mujer es un recordatorio de la injusticia que aún enfrentamos en nuestra lucha por la igualdad.

Cerrar la brecha salarial no es solo una cuestión de justicia económica, sino un paso fundamental hacia la construcción de una sociedad más equitativa y justa para todos. Significa reconocer el valor igualitario del trabajo, independientemente del género de quien lo realiza. Significa desmantelar los estereotipos de género arraigados que limitan las oportunidades de las mujeres en el lugar de trabajo.

Además, debemos abordar la realidad subyacente que muchas veces niega a las mujeres oportunidades de avance profesional. Las responsabilidades adicionales que cargan, como el cuidado de la familia, los hijos y el esposo, a menudo restringen su disponibilidad para compromisos laborales adicionales. Además, la cultura empresarial que favorece las reuniones en lugares tradicionalmente masculinos, como bares o clubes, excluye sutilmente a las mujeres de los círculos donde se toman decisiones clave.

Es hora de que tomemos medidas decisivas para cerrar esta brecha de una vez por todas. Las empresas deben asumir la responsabilidad de garantizar la igualdad salarial y crear entornos laborales inclusivos donde todas las personas tengan la oportunidad de prosperar. Los gobiernos deben implementar políticas sólidas que aborden las causas estructurales de la desigualdad de género y promuevan la igualdad de oportunidades para todos.

La brecha salarial no es solo un problema de las mujeres; es un problema de toda la sociedad. Solo cuando reconozcamos y enfrentemos las raíces profundas de esta desigualdad podremos construir un futuro donde el talento y el esfuerzo sean los únicos determinantes del éxito, independientemente del género. Es hora de cerrar esta brecha de una vez por todas y construir un mundo más justo y equitativo para todos.

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